En medio de la selva tupida del sur tucumano, casi al límite con la provincia de Catamarca, se hallan dos enormes arcos de hormigón cubiertos de musgo y árboles que atraviesan el cerro de lado a lado. En su interior, hay una oscuridad absoluta y un silencio que solo es interrumpido por los murciélagos que lo habitan o por los turistas que de vez en cuando lo visitan.
Tallada sobre la piedra en el arco de entrada, aún se observa la inscripción “1952”, que desnuda el tiempo que llevan allí. Los túneles fueron parte de una ambiciosa obra ferroviaria que nunca se terminó. La intención era llegar hasta el Paso de San Francisco y conectar el norte argentino con Chile. Pero lo que se pensó como un paso estratégico para el comercio y el transporte, quedó reducido a ruinas abandonadas.
El acceso a los túneles comienza en la Ruta Nacional 38, a unos 10 minutos en vehículo del pequeño pueblo de Rumi Punco, en el departamento La Cocha, al sur de Tucumán. El sendero es accesible y amplio, y a medida que se avanza, el camino se angosta un poco y la vegetación empieza a cerrar el paso desde los bordes, dando la sensación de estar entrando a un entorno más salvaje.
La transición es clara: desde el paisaje agrícola y rural del pueblo, se pasa a un ecosistema casi selvático que anticipa la inmersión en los túneles y en los cerros. En los primeros metros se puede ver el primer dique, que es un espejo de agua que queda a la izquierda del sendero, y ofrece una imagen pintoresca, ideal para una pausa breve.
A partir de allí, la vegetación se mete entre los restos de la traza ferroviaria y el sendero se vuelve más estrecho. En algunos puntos es necesario sortear raíces, ramas caídas o barro si ha llovido recientemente.
Finalmente, se llega a la boca del primer túnel: una estructura imponente de hormigón armado con forma de arco que se mimetiza con el verde de la vegetación que lo rodea. Su interior es fresco, húmedo y tiene casi 200 mts de oscuridad total.
Al salir, el paisaje vuelve a abrirse brevemente antes de encontrar el segundo túnel. Al atravesarlo, se escucha con claridad el sonido del agua cayendo: se trata de una cascada natural, ubicada a muy poca distancia.
El agua cae con fuerza desde una altura de unos 10 metros y forma una pequeña pileta natural entre las piedras. En verano, muchos visitantes aprovechan para refrescarse allí, rodeados de cerros, vegetación y un ambiente fresco y silencioso.
Es un recorrido de baja dificultad, que puede hacerse en una mañana o tarde completa. Lo mejor, es que no solo es una caminata por entre lugares bellísimos, sino que es un sitio cargado de historia, secretos y misterio.
Si bien la información que existe sobre su creación no es mucha y la que hay es un poco confusa, se sabe que la construcción comenzó a principios de la década del 50, durante el segundo gobierno de Juan Domingo Perón. La idea era ambiciosa: atravesar las sierras del sur tucumano y catamarqueño con una traza ferroviaria que uniera el norte argentino con el oeste, y desde allí, con el océano Pacífico, en una clara intención de llegar a Chile. Para eso, se planificaron puentes, terraplenes, túneles y diques. En total, se proyectaron 14 túneles, aunque solo nueve llegaron a construirse, y ninguno fue utilizado.
Los que están en Rumi Punco son apenas una parte de ese plan, pero sorprenden por su escala y por el contexto natural en el que fueron construidos. El trazado atravesaba cerros recubiertos de selva, y cada tramo implicaba perforar piedra, contener ríos y adaptar la montaña al paso del tren. Se avanzó con herramientas rudimentarias, mucho esfuerzo físico y condiciones laborales duras. Hay quienes cuentan que varios obreros perdieron la vida en la obra, y que sus tumbas quedaron cerca de la zona, aunque no hay registros oficiales que lo confirmen.
Hoy, ese tren que nunca llegó es parte de la memoria local, y los túneles quedaron como un recuerdo de lo que pudo ser. No hay rieles ni durmientes. Solo queda el trazo, el hormigón envejecido y el monte que lentamente lo va cubriendo todo. La vegetación no se detiene: trepa por las paredes, crece entre las grietas, se asoma por los bordes.
En los últimos años, el lugar comenzó a recibir cada vez más visitantes, y la comuna de Rumi Punco impulsa pequeñas acciones para mantenerlo accesible y seguro. Se instalaron carteles, algunos asadores y espacios para descansar. También hay propuestas que combinan turismo y educación, caminatas guiadas e incluso actividades de ecoturismo. Todo esto, sin modificar el ambiente, con la idea de que el sitio crezca como atractivo sin perder su identidad.
Aunque el recorrido se puede hacer de forma autoguiada, también existen opciones para quienes prefieren hacerlo con guía. Nosotros realizamos este recorrido de la mano de Purix Trekking (click acá para ver su instagram) quienes realizan diferentes recorridos por toda la provincia de Tucumán. Poder hacer el camino con ellos nos permitió conocer más sobre la historia de estos túneles y disfrutar del lugar con todo el grupo que se conformó para la actividad.
De todas formas, la caminata es sencilla y bien señalizada, por lo que muchas personas optan por hacerla por cuenta propia.Rumi Punco, que en quechua significa “puerta de piedra”, es eso: una entrada. A una historia que quedó inconclusa, a una obra olvidada, a un paisaje natural de enorme belleza. Es uno de esos lugares que no aparecen en todas las guías, pero que vale la pena visitar.
Visitar los túneles de Rumi Punco es una experiencia que va más allá del paisaje. Sin dudas es uno de los lugares que más nos asombró, no sólo de Tucumán, sino del norte argentino. Porque además de tener un ambiente único, es un recorrido que conecta con una historia casi olvidada, con una obra que quedó en pausa y con un entorno natural que lo envuelve todo.
Si tienen pensado visitar Tucumán, les recomendamos anotarse este sitio, que si les gusta la aventura y los lugares con un halo de misterio, este les va a encantar. Acá les compartimos el reel que hicimos sobre los túneles de Rumi Punco.
Reel Rumi Punco: https://www.instagram.com/reel/DC-Z_Hgx-Dd/?igsh=YnpwaGNtdWpxdzVs