Carnaval

Por detrás de un enorme cerro, aparecen trescientos coloridos diablos moviendo sus colas,  silbando y bailando despavoridos. Agitan todo su cuerpo con un desparpajo inigualable. Levantan sus manos, saltan, giran y dan patadas al suelo dejando una polvoreada de tierra en el aire. Desde el pie del cerro, solo se ven sus siluetas pequeñas descendiendo como hormigas unos detrás de otros. A contraluz, el sol enmarca una obra única.

La música festiva saliendo de las trompetas, los sikus, los redoblantes y los bombos es la que va marcando la energía y los tiempos de la ceremonia. No faltan las serpentinas en cada cuello y el talco en cada rostro. Miles de personas aguardan debajo el descenso de ese ente espectral y alegre, que da inicio al más esperado momento del año. Tanto duele la espera que, en 10 días, cuando todo termine, los mismos diablos que ahora bajan contentos, volverán llorando hacia el fondo del cerro. 

Pero ahora es el inicio de todo. El momento en el que el diablo es desenterrado y sale para cometer sus diabluras durante los días de Carnaval. Este diablo, llamado Pucllay, simboliza al sol, quien para los locales es el encargado de fecundar a la Pachamama. Y durante los días que dura la celebración, estará suelto por las calles, por medio de sus cientos de fieles que llevarán a través de su colorido traje, su distintiva piel.

A lo largo de aquellos días, se bailará, se tomará y sobre todo se realizarán múltiples ofrendas a la pachamama, agradeciendo por todo el año transcurrido. Las calles de los pequeños pueblos se inundarán de visitantes que se sumergirán en su cultura y tradición. Desde lo alto, los cerros contemplarán la fiesta y aportarán con su belleza natural, un marco único para tal evento. 

Las coplas centenarias saldrán cantadas desde las bocas de las mujeres mientras acompañan el ritmo con sus cajas. Los negocios del pueblo y los vehículos de los locales y de los visitantes serán bañados en bebidas, polvo, serpentina y espuma durante el martes de Chaya. 

Las risas y la alegría continuarán y se contagiarán entre unos y otros. El carnaval tomará vida propia a tal punto que no querrá soltar a sus invitados y depositará en lo más profundo de su cuerpo, un deseo de volver al año siguiente, y al siguiente, y al siguiente. 

El transcurso del tiempo quedará en un segundo plano, en una negación total del paso de los días. Sin querer que llegue el final de tan maravillosa celebración. Pero los días pasarán. Los visitantes se irán. Las calles se vaciarán. Y los diablos volverán, con lágrimas en sus mejillas, hacia el fondo de los cerros. Para quedarse allí, hasta el próximo carnaval. 

Hola! Somos Mili y Ronca

Somos creadores de contenido itinerante, compartiendo vivencias globales desde nuestro motorhome. Colaboramos con marcas en Instagram para llevar experiencias únicas a tu vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ARS Peso argentino